[La otra carta] 25-04-20

Atte.: Primavera.

Ya pasaron varios años desde la ultima vez que me calmaron unas palabras. Me acuerdo todavía aquella tarde que me pasaste una grabación de un tema del flaco. Me permitiste escribir, me destrabaste la rosca.

Solías agarrarme las manos con tanto cariño, con un nivel de entendimiento frágil. Mientras cebabas mates me enseñabas a mirar, era una doble labor. Descubrí que tu forma de agarrarlo con las dos manos me daba un calorcito extra. Yo me quejaba de que lo lavabas rápido. Tenías las formas de la calma en la tormenta y nunca te conocí el enojo, pero lo sentí pataleando adolescencia. Con una mano bajabas una frase que me revolcó por un par de camas. Eras iniciativa y desconcierto, como una ninja, pero te vestías vintage de verdad, de la que buscabas. Me acuerdo de tu nariz de cachorro de león y tus ojos nublados que brillaban escampe. Fue verte y ponerme un precio en la frente. Simbólica me tiraste los dos caramelos que me faltaban. Era cuestión de tirar de la cabeza de la estaca que te atajaba para que vueles furiosa, envuelta de viento con gotitas de lluvia y te pierdas en el fondo sin fondo. Me enseñaste a mirar, yo te seguía con la mirada hasta no saber cómo volver, para despertarme a la mañana con vos y el ruido de la ducha.

Ayer temblaba y volví a escuchar el audio. Cada vez tiemblo menos. Creo que los medicamentos están ayudando y ya no tienen esas interacciones que me dejan sin palabras. Si bien me cuesta asomar la cabeza del cucurucho, cada vez miro la Olivetti con más cariño y la merodeo lujurioso. Temo que las cosas vuelvan a estar bien.

Gracias por los mates.

Horacio Acevedo.

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