Estuve ahí, en los incendios de Nerón. Vi descascararse paredes y rostros, las cosechas arder en un amarillo propio del aliento de Marte y las instituciones implosionar como cuando un niño se pisa los cordones.
Fui presa de la desocupación y la desesperación del momento. No hay nada peor que un inútil desocupado y desesperado. No hay nada peor que un inútil con poder porque las cagadas son grandes.
La gente corriendo a los tiros entre el humo y el sonido de la bestia cobarde rompiendo el cielo. Las lágrimas, por partida doble, porque injusticia y represión; y porque hombre y desamparo.
Yo fui testigo, a mí no me lo contaron, parado en plaza de mayo. Con los ojos inocentes ví cómo el agua de los camiones hidrantes mojaba, muy de a poco, las zuelas agujereadas de las Topper mientras la gente, estruendorosa, pedía que se vayan todos.