Cruzó los dedos detrás de su cabeza en señal de descanso. La verdad es que la ciudad vomitaba humo en cada bostezo. Acevedo le daba vueltas a una frase que se le había ocurrido y no paraba de intentar resignificarla. Lo volvía loco no poder enganchar el flow para dar vuelta a la página. El escritor precisaba de la descarga para que las cosas discurriesen y poder irse a dormir sin el sabor amargo en la boca. Volvía a ser una tarea de los burocráticos titanes que convivían en su interior.
La pantalla se apagó por el salvapantallas y estaba ahí ahogado por la oscuridad del reflejo. Ya era ducho en esos simbolismos que le presentaba la vida, no los dejaba pasar sin tomarlos con ambas manos y revisarlos por todos lados.
Rápido escapó agarrando el mouse y cerró la ventana donde se había dispuesto a comprar las entradas para el recital algunas horas antes, mientras todavía sentía ganas de salir a la calle a ver cómo se manejaba la vida. Abrió el bloc de notas y escribió:
Me acerco por detrás, estás frente al espejo
con la mano, suavemente, te rodeo la cintura.
Estás en pleno ritual, ese que disfrutás
porque crees que es digno, que realza
todo lo que la naturaleza te dio y despreciás.
Me dijiste que te veías fea y yo temblé
el universo se marchita girando a tu alrededor
y vos te sentís fea. Como si tuviese sentido
como si importase la opinión del mundo
que no para de observarte insomne.
Te acariciás los pómulos con la esponja
y las virutas de oro se pegan como sopapas
a esos cachetes que nunca me canso de morder
Para vos siempre hace falta más brillo
yo no me canso de admirar que sea posible.
El rimmel te dibuja unas lineas negras
y me quedo mudo. No hay más nada.
Los ojos resaltan y bailan de un lado a otro.
Presiono sobre tus caderas y veo el perfume
la violencia con la que entra y revoluciona,
es un invento diseñado a medida del recreo
ingeniería a la orden de los no-lugares
Ya es tarde, estás apurada y el vodka no ayuda
las paredes chorrean miedo que se escurre,
inunda la habitación, la casa, mi vida.
Te disipás, entre las pastillas, por el pasillo.
cómodamente adormecida cruzás la puerta
incendiando lo que se interpone en el camino.
El departamento y yo te esperamos despiertos.
“Volvé cuando tengas las cosas más claras”
La frase fue lo único que atinó a escribir mientras el sol entraba de lleno por la ventana. Sintió el amanecer como la condecoración de una batalla luchada y puso a calentar el agua para el mate. No podría escribir sobre aquello porque le cruzaba el pecho como tiras de cuero. Por más que forcejease, estaba atado a la sensación de no saber expresar lo que quería.