La Belle Epoque reposa en vitrinas oxidadas de whiskerias
No queda más que caminar por calles atestadas de gente
Hay impulsos en el cuerpo que nos llevan a abrazar, a cambiar
a tomar manos, a acostumbrarnos a pequeños tentempiés de mirada.
Sentir tu piel fría y suave. dormida entre gajos de vida y moretones.
El noble movimiento de tus pelos al ser rozados por un dedo
y el amargo del café que dibuja sonrisas atentas,
y el sonido de tu voz que desarma y sangra
Y de vez en cuando me animé a mirar sobre mi hombro
en esa búsqueda tan existencial, tan tuya, el silencio escondido
“Que se jodan los miedos” pensé, este perro encontró una cucha de labios
para zafar el invierno y las noches de lluvia
Me heriste a preguntas que no se animaban a ser respondidas
la batería al rojo me incitaba a esperar, es que uno odia esperar
cuando no es sangre lo que corre por debajo de la piel
si no tinta a ríos y deseos de gritar a lágrima tendida
Por ahí somos la marca de traspaso, o un chiste
o uno de esos anuncios que uno ve en la televisión
o una noticia en el diario, o los besos en los dedos
o la junta que habita entre la necesidad y el desprecio
Acariciándonos me creí que nos veíamos, ahí, sentados
entre mil personas que giraban y bailaban entre los libros
algún que otro sueño de gato, el sudor de la frente y la humedad
que te inunda los pulmones hasta no dejarte respirar
El beso eterno que aleja despedidas que no tardan en arruinar el momento
que irrumpen y se animan a depositar dudas, que dan lugar a planteos
que niegan encuentros, que cuando estás es todo tan claro, pero sin embargo
te vas y todo vuelve a ser raro. Y entonces…
“Dale, Nico… vos sabés que es difícil”
Siempre es difícil, hasta complicado.
Pero nadie dijo que iba a ser fácil o correcto,
nadie dijo nada.
Otra vez se apropiaba del momento,
de nosotros, el silencio.