[Buenos Aires – Reino Unido] 16-8-18

Lo ultimo que supe es que te habías subido a un avión. Te habías ido lejos.

Cómo no recordar a Girondo, repiqueteándome las sienes con su espantapájaros. “No les perdono, bajo ningún concepto, que no sepan volar”. Y te fuiste, como un papelito que se me escapó del bolsillo. Porque era la naturaleza del papelito volar al ritmo del viento. Alejarse. Ser parte del todo, inamovible, omnisciente, imprevisible.

Noches como esta me siento en la computadora con los dedos agarrotados de extrañeza. Un poco porque te llevaste mis capacidades de conectar con el mundo en una valija un poco pesada; un poco porque yo me quedé con tu manera de mirarme como si no existiese otra forma.

Y ahora estas lejos, aprendiendo a estar sola, como yo. Tumbándote en la cama de algún hotel inglés. Enamorándote de los ríos y las veredas. Acompañada de la capacidad de esa gente de esconder en tugurios de barrios perdidos, mil experiencias maravillosas. Con el acento en la frente, y tu media sonrisa en la boca.

Yo acá, en Buenos Aires. Saciando mi sed con saliva de bocacalles. Que no me hace ni más, ni menos miserable que antes. Recordando las caminatas por el barrio de Boedo, mientras mirábamos vidrieras y por dentro deseaba tener el dinero para comprarte todo; para que vos por dentro no quieras nada.

Hay días en los que prefiero hacerme a la fantasía como un capitán se hace a la mar. Nadar en pensamientos constantes de victorias alcanzadas a base de carisma. Fantasías donde las cosas fueron diferentes, donde volviste, donde nos conocimos de otra manera, donde yo tenía la palabra que encajaba justa en el silencio del rictus de tu expresión y le explotaba una sonrisa.

La distancia es otra quimera. Próximamente comenzaré a escribir un bestiario.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *