Mueve la boca. Habla. Mueve la boca incontable cantidad de veces. Emite su opinión, aconseja y advierte. Por momentos ríe y sonríe. La boca canta cuando está sola. Amasa y muerde, decapita oraciones. Dibuja círculos de asombro, lineas y puntos. La boca húmeda, de miel, se ensucia. La boca hiere. Interpreta otras bocas. La boca conceptual, política, de todos. Tensa la boca en un rictus neutro. La boca transmite. Vibra y baila. Endiosa la boca, cela y se relame. La boca fuma, come y escupe. Toma un sorbo, degusta, siente el amargor momentáneo. Desliza el labio inferior. El contacto con otra piel olivácea. La boca cubre el rocío. Gime la boca. La boca chupa. Se tensa y descansa. Toma aire, suspira por la boca. Es boca. Se desboca. Cae de boca. La boca se calla. Es calle. La boca convoca. Resalta sobre el fondo negro, la roja boca. Estira sus comisuras, sus grietas y voluptuosidades. La boca se abre y se cierra. Es limítrofe del afuera con lo que pasa adentro. La boca muralla. La boca une. La boca puente. La boca se asusta, se retuerce, loca. Vuela y delira, imbécil. Babea la boca repugnante. Hedionda libera olores muertos porque liviana, la boca, apunta al cielo. Tranquila la boca, plácidamente yace.