Acevedo estaba ahí sentado, nervioso. Las manos le transpiraban como siempre. Hacía de cuenta que miraba su alrededor, pero en verdad estaba ocupado mirando para adentro. No era una cuestión de miedo, era más una cuestión de no perderse.
El café se enfriaba en la taza. Había ido a probar un bar que le recomendaron unos amigos. La taza era más grande de lo normal y venía acompañada de una única factura que, si bien grande, no se relacionaba con el precio de la carta.
Tenía esa costumbre de salir de la casa cuando el olor a cigarrillo y la sed de otra cosa lo ahogaban hasta no dejarlo respirar. Estaba acompañado pero estaba solo, de esas cuestiones curiosas de la vida. Escuchaba a su interlocutor y asentía con la mirada perdida en el fondo de la taza; porque las cosas buenas duran poco y las malas rachas terminan por acostarse a dormir en camas de clavos.
Puso un poco de música mental, de esas transportan, Un mensaje en el celular que no se iba a molestar en abrir y un viaje hacia adentro, de nuevo. Ir a la casa de su abuela, visitarla como sabe que ella desea para hacerla feliz y un poco para hacerse feliz a sí mismo. Un laburo en la computadora que se mantiene esquivo en el pasar de las semanas, boca de hastío. El lunes se labura, como siempre. -Su interlocutor sigue hablando. Le hace notar que no es lo mismo de antes.
-¿Te acordás cuando salíamos a caminar en el invierno? No lo hicimos más. -Escucha en lo profundo del afuera que le preguntan y se auto responden. -¿Te pasa algo?
El encuentro, la respuesta y el miedo. Es que en la fortaleza de la soledad Superman es una persona normal.
Levanta la mirada y sonríe.- No pasa nada, pensaba. -responde.
El interlocutor aprovecha para seguir hablando. Hacer los papeles de AFIP, piensa en el significado de la libertad y se mofa del existencialismo. El Gladiador y la escena del libre albedrío. Kierkergaard y la angustia. Sartre. La facultad. Hermosas Mujeres. El pasado. Encerrarse en Moldes y Olazabal. Escaparse a la madrugada a comprar café a un par de cuadras. Vivir de $200 pesos semanales. Infinitas juntadas de estudio y charlas para conocer y para conocerse. Amigos, hermanos.
Las paredes tienen un empapelado de contrastes blancos y negros. Hay contrastes que separan cosas pero uno siempre se trata de mantener en el medio. ¿El gris? la tibieza. Más amigos y una guerra de trincheras. Levantar la cabeza puede ser lo último que hagas.
Vuelve a levantar la cabeza y la interrumpe. -¿Sabías que te amo? pero ¿Sabías que también me amo?
No lo entendió, o sí y se hizo la boluda.
El olor a café y la cuenta. Esa puta costumbre de cobrarnos al final.
—¡Al menos podría cobrarlo antes! No sea hijo de puta, así me voy con una sonrisa.