Atte.: Primavera.
Te escribo desde lo profundo del día. Quería saber cómo estabas. Las cosas desde la otra vez cambiaron bastante.
Por las tardes hay un par de minutos en los que olvido cómo se respira hasta que el pecho se me descomprime en unas ganas dignas de tus escritos. Todavía me pasa que por momentos trato de recordar tus gustos de helado, el nombre de la canción que odiaba que pongas para levantarte o en qué orden se te hacían los agujeritos en el mentón. Hay veces que me freno en seco porque siento la presión en la palma de la mano que me hacías cuando tenías miedo que cruce la calle y me lleve puesto un auto que no existía.
Andá a saber si sigo siendo yo. Leí por ahí que cuando uno conoce a una persona importante hay una parte del self que transmuta en terreno llano para la identificación. Como si lo que se es, se permitiese mashupearse con el otro. Guardarme un poquito de vos para mi. Como si de pronto, mi torso copiase la forma que tenías para pedirme que pare cuando no podías más de la risa, o mí cabeza recordase la forma en que ladeabas la tuya cuando no querías que viese la vergüenza ajena que te daba alguna gilada que estuviese haciendo en ese momento.
A veces me descubro haciendo ese silencio tan característico que tenías para demostrar desaprobación. Ojalá guardase tus palabras. La cadencia que tenías para decirlas. Ni lenta, ni rápida. Justa. La delicadeza del roce que tenían en mis tímpanos. La estridencia para introducirse en el sistema y armar un quilombo de los mil carajos. La forma con que me descolocaban, que parecían brutos sopapos.
¿No es, acaso curiosa, lo metódica que es la ciudad para moverse sin vos? La forma enrevesada de los colectivos para cruzar las avenidas, el entramado de las raíces de los arboles, los cuerpos dóciles, el gris de los edificios, el coceo de los caballos de la montada sobando lomos a palazos, el sol rebotando contra las ventanas en microcentro.
Por otro lado me cuestiono qué fue de lo que había en el lugar de lo que está. ¿Cómo me inundaba de placer antes del maremoto? ¿Era tan expresivo cuando me preguntaba cosas? ¿Sabía tanto del fondo? ¿De lo que había en esos lugares con puertas cerradas a cal y canto? ¿Salía a recorrer el barrio por la sombra, o elegía las veredas angostas?
hay ratos, mientras hago otras cosas, que me pregunto que habrá sido de vos. Reviso el feed de las redes ciego. El dedo gordo no tiene más piedra en los discos de freno. Levanto el tubo del portero eléctrico, evitando el pitido ensordecedor, esperando escuchar que llegás de nuevo a ponerle guirnaldas al futón, a abrir las ventanas y callar el ruido de la heladera. Imagino un mensaje pasando un meme de buenos días que me lleve a pensar en otro meme y en lo lindo que es estar vivo.
Honestamente estoy bien, pero no puedo evitar meterme en mil universos paralelos y ver cómo andan las cosas. A ver si en alguno de esos encuentro refugio que me permitan seguir adelante con la incertidumbre de no saber si nos equivocamos o conviene arriesgar una carta más.
Deseo que tus cosas estén bien.
Horacio Acevedo.