[Tratado sobre los momentos] 7-2-14

El blanco encandila.
Hay un cierto histeriqueo merodeando en las lineas.
Parece que me dormí hace mil años.
No hay forma, ya la locura se vistió de constelación.
Lo que si hay, y con bronca se da la cabeza contra la pared,
es el olor a encierro, lo que me olvide en el pasto,
en la plaza, en la galería, en la libertad de estar ahí afuera.

El cenicero paso a ser un animalito que vomita casquillos.
Hubo voces por ahí hace un ratito, la gente hablaba,
se decían cosas lindas sobre el tiempo, sobre el amor, sobre Dios.
Dos personas dispuestas a venderse el alma con tal de no pasarla solos.
Las palabras eran flores de caricia, cotos de caza, ojos de oro y plata,
lengua dulce que valía millones, expresiones de la novedad
pequeños chispazos de antigüedad, que barrían la calle a besos.

¡Y esos nervios que nos hacían temblar!
¿Qué fue de los nervios?
De sonreír al vernos, a saludarnos con una espina.
Te cambio un reloj por un rato,
para dejar de soñar, de proyectar y de identificarme.
Esas otras cosas lindas que nos decíamos,
porque por sobre todas las cosas también había mentiras.

Hace rato que dormimos, en todos los sentidos,
de todas las formas, en todas las posiciones.
Costó marcar los puntos de referencia pero, y sin embargo,
¡Qué fácil fue dibujar los ángulos y las cruces!
El suelo se mueve un toque, no hay de ese status quo.
Porque la gente sigue agitando y golpeando puertas,
quieren saber que hay dentro, desgarrar el momento,
corrernos con un violento arranque de pestañas.

Pero nos equivocamos, siempre nos equivocamos.
Hay un poco de felicidad en eso, como así también en odiar/sentir.
Estamos vivos querida ¿No ves que va la luna rodando por Callao?
No, dormir no, basta. Salgamos a correr desnudos por la calle,
a tocar timbres a la madrugada, a bailar abajo de un puente.
Tomar unos Matienzos por Lacroze y llorar a gritos.
A ver pasar la gente que se escapa de otras cosas,
con el rostro boquiabierto, y la mirada cansada.
Porque ahí afuera la gente también tiene sus motivos
para esquivar el eterno retorno.

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