Estoy un poco muerto por dentro.
Un poco nomás.
No alcanzo a morir del todo.
Cada día me despierta el celular
justo antes del último suspiro.
Leyó Acevedo mordiéndose la lengua. Se sentía inutil y le sangraban los dedos de apretar las teclas tan fuerte. No se había acostumbrado a escribir sin la tapa de las íes y el dedo aterrizaba sobre switch desnudo haciendo que la sangre salpique las teclas aledañas.
Quiero sacar el corazón para estaquearlo sobre la mesa y arrancar el marco del cuadro para que por una vez en la vida tenga el protagonismo que merece. Con el animalismo propio de la especie, desgarrarme el pecho, abrir las costillas a dos manos y gritar al cielo hasta desfallecer en vida.
Sin embargo siento.
Es inevitable sentirme porque estoy vivo.
La sangre me rebota en las venas
La energía me hace respirar hondo
y me impulso contra las paredes
hasta que se rompa o me rompa la cabeza.