[Punto de fuga y perspectiva] 12-01-20

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Quizá presa del insomnio o del trastocamiento de las horas de sueño, esa noche había dado tantas vueltas y pensado tantas cosas que el palacio de la memoria se había convertido en un desierto. Había erosionado las capas de la tierra hasta beber la última gota de petróleo. Con las primeras luces del día abrió el bloc de notas:

¿Te das cuenta? La culpa de que esté acá la tienen el punto de fuga y la perspectiva. Me obnubilo demasiado rápido, la pienso mucho y no termino haciendo nada. No me pasa hace varios años.

Pensé que iba a ser más gracioso de contar, pero últimamente me encuentro dudando si debo apretar las teclas, como si de pronto alguien irrumpiera en la casa cuando no estoy para ponerles pequeñas cargas explosivas debajo. De pronto vivo en un mundo de porcelana y tengo que cuidarme de correr por los pasillos, midiendo los codos para no romper un edificio o un florero. De vez en cuando, mientras camino, juego a evitar cerrar los ojos para que tu sonrisa no me sorprenda en la oscuridad, porque instantáneamente busco copiarla sonriendo con los labios gruesos. No es lo mismo claramente. Aunque el más simple esbozo me aliviana la espalda, también me infla y me eleva. Hace que comience a flotar incómodamente por la habitación. Si no fuera por la tormenta de mariposas, me quedaría suspendido ahí, bobo. Pero aprovecho del temblor en las tripas para juntar cinética y me impulso lejos de las ventanas, ya que nadie quiere a los escritores flotando por la ciudad.

Por ahí todo esto te sorprende, pasa que nunca te conté de la fiesta que se arma cuando guiñás un ojo. Una vez tuve que sobornar a un policía que habían mandado los vecinos molestos por no poder dormir. Ni de la cuenta regresiva en las pantallas gigantes de 9 de Julio y Corrientes cuando nos estamos por ver. Tuve que reconocer a la ansiedad como nuevo protocolo predeterminado de activación emocional para esos momentos. Hay movimiento de fuerzas especiales cuando la distancia es inferior a dos metros. De otra manera, mi cuerpo moriría de pánico. Hay situaciones donde es cosa de rozarte el brazo sin querer, para sentir que voy a explotar en un evento de pirogénesis espontánea. El pecho comenzaría a hervir en una crisis homeostática. De cero a cien en un toque. Con la ansiedad transpiro y tiemblo. Dos estados básicos pero funcionales.

Trato de esquivar los manuales de diagnóstico para evitar encontrar mi cara impresa en todas las páginas. Me entretengo con otras cosas más mundanas, como trabajar o respirar mientras miro un cuadro. Si me enganchás en uno de esos momentos no me traigas a la realidad, dejame. Seguro estoy buscando adentro cómo tapar el agujero. Me juego la salud mental a que en alguna parte tiene que haber un triángulo que pase por el círculo de este juego de encastre estructural. Dejame que en algún lado tiene que haber un espejo que me refleje entero.

El resto del día, la fantasía me sirve para la manija y el rush de adrenalina. Leit motiv infranqueable para este tipo de situaciones. Es la falopa que me hace correr sobre el teclado haciendo doble flip flat entre las explosiones. Una flotación controlada en el spa de la intensidad. Hago el checkin por un par de eternidades y me tiro en la colchoneta a que me atiendan las ganas. Introyecto un cigarro atrás de otro, un café atrás de otro, una historia atrás de otra. Soy pura inercia hasta que me revuelca el sueño.

A veces me cuestiono la búsqueda de un resultado positivo. ¿Qué pasa cuando el caballero hace efecto de su acto heroico? Nunca te cuentan esa parte en los cuentos. Nadie te cuenta de cómo vivieron felices por siempre, cómo aguantaron las ausencias producto de otras gestas, el mantenimiento de proyectos en común cuando pensaron de manera diferente, ni cómo llevaron adelante el sorteo de quién lava la ropa. Qué casualidad que el retiro de los escribas medievales sucedía justo el término de la aventura.

Por lo general el mate calma y me baja a la realidad. Para evitar el hastío me pongo a dialogar solo. Me doy ánimos y me abrazo. A veces me digo y desdigo en responsabilidades. Explico detalladamente el sentido de la vida para que estemos los dos de acuerdo en los pasos a seguir. Expongo sobre la mesa los mil y un puntos de vista. Por eso es que te decía: La culpa la tiene la perspectiva y el punto de fuga. Son esos momentos donde el caos nos ordena juntos que me doy cuenta que todo vale madre y que puedo enamorarme. Yo, perspectiva, distancia, Vos, punto de fuga.

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